miércoles, 12 de noviembre de 2008

Love In An Elevator.

La cuestión, es que, después de una relación de tres años Mónica y yo dejamos de vernos. ¿Las razones? Digamos que esa convivencia ya no podía dar más de sí. Que ella ya veía a otras personas. Y que fue ella la que decidió dar por terminada la relación cuando le reclamé tanta basura.

Un par de años después repasaría lo nuestro; y si, acepto que esa ruptura fue un evento que marcó para mi una cierta decadencia.

Yo sabía que Ana quería algo conmigo; lo notaba en algunas reacciones, en como conversábamos, en los acercamientos que teníamos. Pero ella estaba con Efraín en esos momentos. Después, ella misma me confesó que lo suyo con Efraín no marchaba al cien por ciento. Entonces sucedió este ¨acercamiento¨ entre nosotros. Lo cierto es que ambos nos sentíamos irremediablemente atraídos, pero estabamos jugando con fuego. Decidí distanciarme de Ana, no contestaba sus llamadas, evitaba acudir a los lugares donde sabía estarían ella y Efraín, incluso la confronté en una ocasión que vino a mi casa a reclamar esta nueva y fría actitud de mi parte. Merecía una explicación, así que le dije que para mi, ella era la chica de mi amigo. Así, a secas. Y que yo no deseaba que fuera otra cosa. Que yo podía ser su amigo también, por que la quería y la apreciaba mucho. Me confesó que lo suyo con Efraín era irrelevante, que era algo que ya estaba llegando a su fin. Le dije que no tenía caso, le confesé que me sentía un traidor, una mierda, por que Efraín era como mi hermano. Se que se sintió desesperanzada ante mis razones, se que ella dejó al descubierto su corazón, que alguien tan especial y sensible como Ana no le diría esas cosas a cualquiera; pero también sentía que yo hacia lo correcto.

Esa noche-después de aclarar las cosas con Ana- hubo un fiestecilla en casa de un amigo común. Efraín llegó sin Ana -no me sorprendió, dada las circunstancías comentadas-. Platicamos y bebimos un rato. Me contó que esa tarde se la pasó con una nueva amiguita que era la actual novia del baterista de su banda, y que el mismo baterista le había pedido de favor que llevara a esta chica hasta su casa, pues el tenía que ir a una clase de su instrumento supuestamente muy importante.
Fingiendo cierto aire de compungido Efraín llevó a la chica hasta el edificio de departamentos donde -esta- vivia. Me comentó que las cosas comenzaron a calentarse un poco entre ellos desde el trayecto en auto. Y que al llegar a su casa, ella le dijo que entraran directamente hasta su cuarto, que no había nadie; pero resultó que sus papás si estaban adentro. Entonces la chica le dijo que conocía un lugar secreto muy bueno. Que atorando uno de los dos elevadores del edificio podrían hacer algo rápido. Efectivamente, atoraron el elevador y tuvieron sexo salvaje y apresurado. Y que, una vez que hubieron terminado lo suyo, accionaron la alarma para que un vecino los ayudara a salir de ahí.

¿Que podía hacer? ¿Resistirme? -me preguntó Efraín-. ¿Yo tengo la culpa de que el pendejo baterista salga con zorritas? ¿Tu lo has hecho en un elevador? Ja ja ja.

Después de darle un largo sorbo a mi cerveza, como un gesto dramático, le dije con un deje casual que no había tenido la experiencia, y que parecía que el tenía toda la razón. Que hubiese sido un verdadera pendejada no aprovechar el momento.

Me sorprendió el cinismo con que mis palabras habían sonado, y lo bien que podía actuar, creando empatia con mi amigo, mientras secretamente planeaba darle por su lado a Ana, dejarme de tantas tonterías, y de una vez por todas cometer esa divina estupidez, y ceder al fruto prohibido.

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