jueves, 27 de noviembre de 2008

Radio.

El radio se escucha raro.

Mas bien: ¿ese es el radio? ¿Que ruidos son esos? ¿que los produce?


¿Por que ya no se escucha ¨Satisfaction¨? Vamos, ¡dale!, ¨I can´t get no...tarara- tara-rara. No satisfaction! No no no. Hey hey hey.

-Pero lo intento-

¿Entonces de donde vienen esas voces, esos murmullos escalofriantes?

Vienen de mi cabeza, eso sería lo mejor. Pensare que es eso... Lo intentare.

En el camino recordaré -como música de fondo en el purgatorio- algunas canciones. Creo que es lo que extrañare del mundo en que vivimos cuando ya no tenga conciencia de este: los hits que la radio escupía. Y me refiero a los verdaderos hits, a la verdadera música que se pegaba como la mugre y el polvo al sudor del cuerpo.

No todo es en vano. Me reconforta pensar en ello en medio de la oscuridad, el frío , y ese ruido, ese zumbido que parece provenir de una nave espacial extraterrestre.

¨Oh no. It´s Only Rock and Roll¨ -Pero me gusta.

jueves, 20 de noviembre de 2008

¿Quién diria?

¿Quién diría? Ahora yo tengo mis propio conceptos del Arte de la Muerte y del Arte de la Vida.

¿Será una tarea?

¿Debí escribir en una hoja -que después se tornará amarillenta y quebradiza- mis reflexiones al respecto?

Creo que lo hice.

De cualquier forma existen muchos caminos para hacer llegar un mensaje, un saludito, un beso, un guiño.

El arte de la vida esta en vivirla. Punto. A cada quién le toca su cachito. ¿No dice nada? ¿Suena obvio? ¿Estúpido? Piensen dos veces. Créanme que lo digo por algo.

Pero los comprendo. Comprendo las dudas. Tomando en cuenta como vivimos.Y como vamos por la vida desilucionándonos cada vez mas del mundo de la gente, de los humanos y sus sociedades. Perdiendo y gastándonos. Aprendemos que se esta solo en los momentos más importantes, los mas cruciales. Y un día (cualquier día es bueno) nos vamos del mundo conocido.
Sabemos que un día vamos a perder. Que nos dejaran solos, que de hecho alguien empujara los eventos, alguien moverá los putos hilos.
Lo vemos como algo brutal e inminente, no es solo paranoia. Un día caerá el martillo -de los dioses- sobre nosotros. Por eso nos sabemos solos y a nuestra suerte. Que la necedad de creerse especial es una vanidad refleja del ser humano cegado; confiado en la mierda, en polvo; confiados y aferrados tan solo en el polvo de una mierda seca que se hace tierra. Perder o ganar.

Y marcharemos temerosos y fascinados, como cuando nacimos. Por que nos quitaron el boleto que nos daba derecho a este viaje.

Pero intentamos vivir, aunque nuestras acciones nos arrojen casi siempre de cabeza al duro cemento, algo nos mueve. Nos movemos mientras podemos hacerlo. Sabemos que un día perderemos la capacidad de estar aquí físicamente. Que alguien o algo(un bicho en la sangre, un vil matón, un asesino egoísta, desalmado)nos apagaran. Que nos iremos solos -pero que no estaremos solos precisamente, que no hay soledad total-

Y nos vamos, ante la confusión y el pasmo de algunos.

martes, 18 de noviembre de 2008

Manuscrito.



Encontré el manuscrito entre las cosas de mi abuelo, dentro de una caja de madera tallada, que de inmediato llamó mi atención -cuidadosamente, y con maestría, mi abuelo talló un estilizado árbol en la tapa de la caja-.

Mi abuelo había muerto hacía seis meses; yo aún sentía el vacío de su ausencia, pues había sido una persona fundamental en mi vida. No recuerdo nunca que fuera autoritario conmigo; o demasiado condescendiente, para el caso. Lo que recuerdo es que a pesar de cualquier circunstancia era amoroso con sus hijos y nietos, y que siempre intentó enseñarnos cosas útiles, como electricidad básica o algo de mecánica; además de aconsejarnos con una objetividad y clarividencia envidiables. Ahora que ya no esta entre nosotros, nos damos cuenta que el viejo era una especie de genio enloquecido y un ser humano muy valioso.

Ese vacío, esa necesidad de tenerlo cerca ahora que era imposible, me llevó a revisar sus cosas. Guardaba planos de construcciones -su gran frustración fue la de no acabar su carrera de Arquitecto-, una pesada caja de madera con una docena de pequeñas figuras talladas en madera destinadas a un surrealista ajedrez. Las piezas-algunas no acabadas, sin refinar- de entre cinco y diez centímetros-las piezas altas como los alfiles y las reinas, se erguían imponentes con acabados elegantes y firmes por sobre las otras-. Pero lo verdaderamente curioso, era la temática y las formas de las figuras: unas representando caballos, y otras piezas de ajedrez, francamente metamorfoseadas, mezclas fantásticas: hipopótamos-caballo, sirenas-caballitos de mar, arañas reinas de ajedrez, o unicornios alfiles(no caballos) con grandes y desproporcionados cuernos;otras piezas aparentemente más simples, eran trozos de madera con símbolos y escudos heráldicos tallados en relieve. Había también muchas cartas, de su esposa -la abuela, fallecida desde hace años-, de sus amigos, de sus hijos cuando vivían fuera de la ciudad o estaban fuera del país. Había también entre sus cosas, dibujos llenos de detalles en papeles muy viejos. Todo tenía un olor a madera, a aceite, a otro tiempo.

El manuscrito se veía viejo también, no tenía una fecha escrita. Por el estilo y las palabras elegidas, sin duda lo había escrito el abuelo.

En la parte superior de la amarillenta y delgada hoja se leía a manera de título: ¨El Arte de la Vida¨, y había escritas una serie de reflexiones. Si el titulo, por las circunstancias actuales, me había sorprendido, al voltear la hoja del otro lado y leer lo que estaba ahí escrito me dejó francamente conmocionado: ¨El Arte de la Muerte¨.

El texto -de alguna forma inacabado- decía:

¨De la muerte sabemos muy poco, pues nos encontramos en el ámbito de la vida; pero es posible sentirla, percibirla, casi tocarla, gracias a esos sentidos que tampoco conocemos mucho. La muerte lo rodea todo, lo abraza todo, y aún a pesar de esta naturaleza no sabemos nada; le tememos, claro, pues no sabemos a ciencia cierta de que se trata todo esto de ¨existir y de no existir¨. Pero hay cosas que no se necesitan comprender.

Continuaba con reflexiones por el estilo y terminaba abruptamente con una frase irónica: ¨...pero como sabemos poco, no nos sirve de mucho concentrarnos en el arte de la muerte, solo saber que esta ligada con la vida por fuerzas misteriosas y que es irremediable y poderosa¨.

Me senté en una vieja silla plegable, que rechinó y crujió al recibir mi peso. Una extraña mezcla de melancolía, y -por otro lado, aparentemente opuesta- una sensación de paz, recorrían mi cuerpo; sabía que si cerrase los ojos sentiría la presencia de mi abuelo como si estuviera a mi lado, detras de su silla de pic-nic polvosa y almacenada, donde yo estaba sentado.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Love In An Elevator.

La cuestión, es que, después de una relación de tres años Mónica y yo dejamos de vernos. ¿Las razones? Digamos que esa convivencia ya no podía dar más de sí. Que ella ya veía a otras personas. Y que fue ella la que decidió dar por terminada la relación cuando le reclamé tanta basura.

Un par de años después repasaría lo nuestro; y si, acepto que esa ruptura fue un evento que marcó para mi una cierta decadencia.

Yo sabía que Ana quería algo conmigo; lo notaba en algunas reacciones, en como conversábamos, en los acercamientos que teníamos. Pero ella estaba con Efraín en esos momentos. Después, ella misma me confesó que lo suyo con Efraín no marchaba al cien por ciento. Entonces sucedió este ¨acercamiento¨ entre nosotros. Lo cierto es que ambos nos sentíamos irremediablemente atraídos, pero estabamos jugando con fuego. Decidí distanciarme de Ana, no contestaba sus llamadas, evitaba acudir a los lugares donde sabía estarían ella y Efraín, incluso la confronté en una ocasión que vino a mi casa a reclamar esta nueva y fría actitud de mi parte. Merecía una explicación, así que le dije que para mi, ella era la chica de mi amigo. Así, a secas. Y que yo no deseaba que fuera otra cosa. Que yo podía ser su amigo también, por que la quería y la apreciaba mucho. Me confesó que lo suyo con Efraín era irrelevante, que era algo que ya estaba llegando a su fin. Le dije que no tenía caso, le confesé que me sentía un traidor, una mierda, por que Efraín era como mi hermano. Se que se sintió desesperanzada ante mis razones, se que ella dejó al descubierto su corazón, que alguien tan especial y sensible como Ana no le diría esas cosas a cualquiera; pero también sentía que yo hacia lo correcto.

Esa noche-después de aclarar las cosas con Ana- hubo un fiestecilla en casa de un amigo común. Efraín llegó sin Ana -no me sorprendió, dada las circunstancías comentadas-. Platicamos y bebimos un rato. Me contó que esa tarde se la pasó con una nueva amiguita que era la actual novia del baterista de su banda, y que el mismo baterista le había pedido de favor que llevara a esta chica hasta su casa, pues el tenía que ir a una clase de su instrumento supuestamente muy importante.
Fingiendo cierto aire de compungido Efraín llevó a la chica hasta el edificio de departamentos donde -esta- vivia. Me comentó que las cosas comenzaron a calentarse un poco entre ellos desde el trayecto en auto. Y que al llegar a su casa, ella le dijo que entraran directamente hasta su cuarto, que no había nadie; pero resultó que sus papás si estaban adentro. Entonces la chica le dijo que conocía un lugar secreto muy bueno. Que atorando uno de los dos elevadores del edificio podrían hacer algo rápido. Efectivamente, atoraron el elevador y tuvieron sexo salvaje y apresurado. Y que, una vez que hubieron terminado lo suyo, accionaron la alarma para que un vecino los ayudara a salir de ahí.

¿Que podía hacer? ¿Resistirme? -me preguntó Efraín-. ¿Yo tengo la culpa de que el pendejo baterista salga con zorritas? ¿Tu lo has hecho en un elevador? Ja ja ja.

Después de darle un largo sorbo a mi cerveza, como un gesto dramático, le dije con un deje casual que no había tenido la experiencia, y que parecía que el tenía toda la razón. Que hubiese sido un verdadera pendejada no aprovechar el momento.

Me sorprendió el cinismo con que mis palabras habían sonado, y lo bien que podía actuar, creando empatia con mi amigo, mientras secretamente planeaba darle por su lado a Ana, dejarme de tantas tonterías, y de una vez por todas cometer esa divina estupidez, y ceder al fruto prohibido.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cuerpo traicionero.

El corazón me palpita fuertemente. Tal vez he caminado demasiado aprisa; tal vez nunca me ha funcionado muy bien el dichoso asunto -cardiaco-; y solo tal vez, me he metido mucha coca.

Llego a la puerta de la casa de Ana. Nadie abre. Me doy cuenta que no hay nadie en la sala. Camino unos pasos hacía la parte trasera de la casa, hacía el hacía el jardín; veo el pasto verde -demasiado cuidado como para ser un centro de reunión tan concurrido por amigos y familiares; ya veremos como lo dejan esta noche los amiguetes-. Entro por la puerta de la cocina que siempre,irresponsablemente,esta abierta.

Ana esta sentada en un banco alto, cerca de la estufa, concentrada en lo que cocina, moviendo el contenido de una olla que desprende vapor insistentemente, como si estuviera viva y fumando a grandes bocanadas, con las fauces abiertas al limite en un grito que deja la boca en forma de ¨o¨;la olla era ahora un ser fantástico y fumador, como el gusano de Alicia en el país de las maravillas.

Ana estaba cocinando espagueti. En mejor momento no pude haber llegado. Tal vez el cuerpo se manda a veces por si solo, e intuye acontecimientos cruciales. Como cuando, sin saberlo, el cuerpo actua con ansiedad, deseoso de salir a la calle, y en esa misma noche surge de la nada una fiesta alocada. Lo más probable es que el cuerpo sepa que tiene que ir de punto ¨A¨ a punto ¨B¨para hacerle el amor a una chica que fumó y bebió mas de lo que acostumbra normalmente, o que estaba echando ojo y buscando también, ¿o quién sabe como intuye el encuentro que lleve a una experiencia carnal? O tal vez incluso, cansado, pero dueño de la situación, enloquezca a la mente y la obligue a ir a buscar otro cuerpo, sin magia de por medio, ni nada; pura necesidad.

Ana meneaba el cucharón dentro de la olla. Ana meneaba su culito, despegandolo del banco. Inclinada hacía la estufa, meciendo el banco hacia adelante, con su culo solo a unos centímetros de mi rostro -yo estaba sentado en una silla más baja que el banco en cuestión-.

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Ana salía entonces con Efraín, quién llegó más tarde con su banda a tocar en una fiesta en casa de esta -en su verde jardín-. Esa noche Efraín estaría demasiado ocupado con lo de su toquín.

Mientras la banda seguía tocando, y mientras todos permanecían afuera, Ana se sentó a mi lado en la sala. Se sentó demasiado cerca, rozó su brazo con el mio. Sonrió. Conversamos. Le conté que Mónica y yo jamas regresaríamos, que definitivamente era agua pasada. Ella por su parte, me comentó que Efraín estaba demasiado involucrado en otros proyectos, que la descuidaba un poco, que asi como se veía Efraín de buena onda y de cool, era en realidad un neurótico, y demás cosas que no voy a contar. Pues no se debe hablar de lo que la novia de tu mejor amigo dice de el, de los reproches que te detalla en la intimidad -mientras te sientes el mas grande traidor del mundo, mientras recorres el cuerpo de la mujer que tu amigo ama y venera-. Todo deja de tener un sentido objetivo. Tu cuerpo volvió a hacer de las suyas. Tu cuerpo te traicionó a ti, y tu traicionaste a tu amigo. Y de esas cosas no se habla mucho.