1.
Se escuchaba el ruido de alguien afilando un cuchillo contra la banqueta-¿como sabía con exactitud que era un cuchillo siendo afilando contra la banqueta?, por que ese sonido es inconfundible. Y ahora lo se, por que los hechos acontecidos posteriormente así lo demostraron-. En esa noche calurosa y callada, solo se escuchaba el pequeño -pero dañino- objeto de metal rozando el pavimento; y se escuchaba tan cercano como si algún enfermo asesino en serie estuviera al lado de la cama dispuesto a degollarte. Era perturbador, pero a la vez casi natural e inherente a la noche de esta pequeña ciudad y puerto. "Donde todos actuaban como locos".-pensó Raúl-.
El acababa de llegar, y estaba poco familiarizado con los ruidos nocturnos del lugar; o más bien no terminaba por acostumbrase al sepulcral silencio de esa ciudad, que en muchos sentidos continuaba con sus actitudes de hipocresía social y de doble moral, aún todavía en pleno año de 1983.Y por lo mismo la localidad presuntamente se “apagaba” por las noches en la mayoría de sus calles; mientras que al otro lado de la ciudad, cerca de la aduana del puerto, todo era fiesta etílica y sexo desbocado. En ese momento, en esa noche en particular, Raúl no imaginaba que a solo unas cuantas cuadras de esa flamante casa -propiedad de su tío-, podría satisfacer sus más locos deseos de joven imberbe, y que al lado del puerto y los alrededores, se ejercía un raudo comerció sexual para todos los bolsillos, y que cualquier, digamos, "necesidad física" estaría colmada, a cambio de unos cuantos y sebosos pesos. Por que así es como se entretenían las personas durante las noches en ese puerto turbio y falso.
El era del D.F., chilango pues, de la Colonia Roma. Ahora dejaba de ser ese individuo privilegiado que estudiaba música en el Conservatorio Nacional, que ligaba nenas sin muchas complicaciones en las tardeadas de las Discos locales, y que incluso comenzaba a ser reconocido por su trío de Jazz, y por su grupo de covers de Rock en inglés –“como debe ser, en inglés”, decía Raúl-. Todo eso se había acabado: sus prometedoras practicas de tenis -¡y la mesa de ping-pong en el patio, carajo!-, adiós a todas las actividades del club deportivo y todas las nenas que iban solo a cotorrear ahí; de hecho “bye, bye” a todas las nenas del "mundo conocido", todas se iban ahora por el caño. Esperarían a que las llamaran un par de semanas, y luego se olvidarían del chavo flaco de cabello largo, que vestía en onda, y que era el guitarrista de dos bandas “buenisimas”. ¿Por que justo en esta etapa se tenía que haber echado un round con su iracundo padre? La verdad es que ya se la tenían sentenciada. –“Los muy culeros. ¡Familía mis huevos!”.
El principio del fin sucedió tras una clásica disputa familiar. El viejo ya no aguantaba tanta ausencia, tantos ensayos, tantas juergas, tanto ron con cola, tanta mota, tanto greñudo merodeando dentro de la casa, tanta "niñita puta y descarriada", tanta vida "disipada", tanta música saliendo del tocadiscos a todas horas, tantas salidas en el coche del “Jr.” Pablito, el vecino. Todo fue una redada; su propia madre lo había vendido: ella se fue de viaje a Estado Unidos, a Californía, prometiendo que le traería una guitarra Gibson Les Paul y algunos discos que solo se conseguían por allá; pero no era ese precisamente el plan, solo era una distracción, para desentenderse del asunto. Lo que pasó es que lo dejó solo con su padre, a su propia suerte. La primera noche que Raúl llegó a casa después de un cotorreo, su padre lo confrontó. Le echó en cara ser un bueno para nada, de desperdiciar su potencial en algo tan insulso y vacuo como la música, en fin, lo que cualquier papá prepotente y adicto al trabajo le diría a su hijo "greñudo" de diecinueve años. Y más en México, donde el Rock y su cultura eran vetados por el gobierno.
En ese entendido, Raúl, "el guero", "el greñas", o el "Quico", era un alienado de la "moderna" sociedad de principios de los años ochenta del D.F., una paría, un musiquete con un estilo de vida promiscuó, condenable a todas luces; era un "Junior" ventajoso y parásito.
Don Félipe, su padre-mi abuelo-, era un duro y seco inmigrante español-de Navarra-, que se proclamaba como arquitecto por que había estudiado la mitad de la carrera en España, y que hizo cierta fortuna en México, de la mano del gobierno de Luis Echeverria, y posteriormente tejiendo alianzas en el sexenio de López Portillo. Un influyentazo pues; pero no era culpa de Raúl que su "jefe" fuera todo aquello que repudiaba, por que “el Raúl” era a todo dar.
En fin, que el viejo aprovechó que la madre de Raúl no estaba (para interceder por el, como siempre), y esta ausencia precipitó los hechos que obligaron al joven Raúl a salir de la casa paterna e ir a trabajar a ese extraño puerto, cuyo nombre y ubicación ya evocaban ciertos peligros exóticos. Era como ir a otro país. -“Esta lejísimos del D.F.”-.
El trabajo presuntamente lo convertiría en un hombre de bien, en una persona decente; aún estaba a buena hora de recomponer su vida y olvidarse de la estúpida idea de dedicarse a la música, de continuar por “el mal camino”. Ningún hijo suyo sería un inútil. Aprendería desde abajo-como sus padres lo hicieron al llegar a México; como el lo hizo... Trabajaría en Pemex, recomendado por su hermano, el tío Aquiles.
Sin más remedio Raúl aceptó su nueva suerte. Estaba dispuesto a demostrarle a su padre que nada doblegaría su espíritu, ese espíritu del que hablaban autores como Herman Hesse, Nietzche, Gibran Khalil, o Lonsbang Rampa y Carlos Castañeda-
2.
Llegó al puerto sudando- el aire acondicionado del autobús era solo una broma de mal gusto-, cargando su pesada maleta y su guitarra acústica dentro de un duro estuche - ya traería la guitarra eléctrica en otro viaje posterior-, confrontando el sol, y canturreando “Immigrant Song” de Led Zeppelin con su mejor imitación de Robert Plant, esperando que, si evocaba el frío de las tierras nórdicas, se olvidaría un poco del calor de la costa del Golfo mexicano.
-¿Taxi joven?
Estaba seguro que llegaría a casa de sus tíos tras recorrer unas cuantas cuadras, ¿para que necesitaría un taxi en este lugar donde todo esta relativamente cerca? Casi un pueblo bicicletero, pues.
A la cuarta cuadra se arrepintió de su decisión. Vio su cabello largo bambolearse frente a su rostro mientras caminaba, volviéndose tan solo un objeto sofocante. Luego vio como en el suelo caían gotas de sudor desde su frente, el apretado pantalón de mezclilla deslavada se sentía como una trampa: estorboso, burdo; la chamarra negra de "members only", que había sido tan útil al salir del D.F. y durante una fría noche en carretera, ahora era ridícula a pesar de estar arremangada.
"¿Tendré que usar ahora camisas hawainas a la Magnum P.I."?-dijo casi en voz alta.
La gente lo volteaba a ver como si vieran a un marciano lleno de maletas. Unas niñas de secundaría se rieron de el, por lo extraño y fatigado que lucía; un grupo de albañiles se burlaron de su cabello largo y lo llamaron afeminado; otro taxista lo llamó "señorita",para después ofrecerle sus servicios diligentemente, totalmente confundido con su género. Raúl pensó en "hacérsela de tos" a este último-al fin este estaba solo, no como los albañiles que eran un chingo-, pero luego se dio cuenta que el tipo lo decía convencido de que ese amasijo de cabello bien cuidado, y el cuerpo flacucho enfundado en mezclilla ajustada y en una chamarra negra, era de verdad una "señorita".
-¿Ahora soy una especie de David Bowie, o un Boy George?, un andrógino extraterrestre que fue escupido a este lugar perdido- Eso ya fue demasiado para Raúl, quién se detuvo en una esquina a replantear su estrategia; en eso un grupo de ancianas que estaban en una pequeña tienda de esa esquina, se quejó de que últimamente venía mucha gente rara al puerto en busca de droga. No llevaba ni veinte minutos en esta pequeña ciudad y ya había sido señalado y repudiado, esto no podía ser buena señal.
Como si de verdad atravesara su via crusis personal, Raúl avanzaba penosamente por las hirvientes y polvorosas calles del puerto, a pleno sol del medio día.
Para Raúl, esa ciudad -si se le quiere llamar así- parecía un animal prehistórico gigante, viviente, que exudaba calor: era un lagarto tendido al sol en un pantano primigenio -y nosotros estábamos sobre el-; el puerto entonces, era lo innombrable, el castigo, el Leviatán –de escamas de cemento y polvo, que sudaba chapopote caliente-. Era como Godzilla; algún día ese supuesto "puerto" se revelaría como lo que realmente era:una tortuga gigante-¿Gamera, entonces?-, y no una inerte extensión de tierra.
Raúl sabía que debía avanzar, por inercia, hasta llegar a la avenida principal donde iniciaba la colonia petrolera, donde su tío Aquiles tenía una casa. A donde llegaría en calidad de "extra", despojado de la vida como la conocía. A trabajar para Pemex como recomendado. En un lugar extraño, donde el calor era insoportable y las jornadas de trabajo eran duras; pero donde Pemex pagaba bien por dichos servicios.
La tía Adriana resultó ser muy comprensiva y abierta. –“Ya veras que te vas a adaptar al calor muy pronto. Yo también extraño México*-el D.F.-. Sobré todo por mi familia, y las tiendas; aunque acá es más práctico y conveniente hacer el shoping en el otro lado –E.U-.
La habitación que le proporcionaron era un cuarto pequeño -pero al estar en la azotea tenía cierta independencia-. Y un gran ventilador de aspas coronaba el techo. Por cierto, el zumbido de ese ventilador encendido, también era hipnótico.
Pero el sonido que no lo dejaba dormir en esa primera y bochornosa noche en el puerto, era el ruido que venía de fuera: un incesante ruido de delgado metal siendo raspado contra el cemento. -"¿Quién haría eso a mitad de la noche?, ¿y por que? En este lugar hay cada loco. Debe ser por el calor".
* En la mayoría de la provincia mexicana se le denomina "México" a la capital de la República, el Distrito Federal
Chalecos!
Hace 12 años
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