Lo que mas recuerdo de ella; lo que más intento evocar, y que me golpea los sentidos al recordarlo, era el olor de su aliento.
No es que este oliera mal, para mi era el olor de todo aquello que es seductor. Todo en ella se configuraba para seducir: su cabello teñido de un rubio cobrizo, sus gestos cuidadosamente -mimeticamente- infantiles, su nariz pequeña y chata, sus pecas en el rostro, su característico color de piel, sus piernas, que ostentaba orgullosa con el uso de pequeños shorts. Se sabía deseada a sus dieciséis años. Anhelada por los papás de sus amigas, por lo viejos rabo-verdes que pasaban a su lado en la calle, por los escuincles pendejos, y por los güeyes de veintitantos que se creen conquistadores -galanes de balneario-. Se sabía también envidiada por las chavas ñoñas, las feas inseguras, las obesas, las mustias, las señoras fodongas que visten solo pants, y por las chicas que eran mas guapas que ella, pero que no explotaban su belleza como ella lo hacía: con desenfado, con la seguridad de conocer el simple hecho de que casi todo el mundo quiere coger; y que, con ese precepto en mente -inscrito en sus genes, corriendo en sus venas-, ella haría a su antojo. Siempre habría un imbécil, ya casado, a sus píes. Ahora que recuerdo solo andaba con tipos que tenían dinero en los bolsillos. ¿No se por que diablos andaba conmigo?
Ese aliento, sofocante a veces, refrescante en muchos momentos. Incluso toda su casa olia como su aliento. Toda la casa encerraba su esencia. Era como entrar al santuario/jardín de una olorosa flor a punto de retoñar.
Vivía casi sola, sus padres trabajaban todo el día. Su padre: un alto funcionario público, del que los vecinos hablaban pestes y rumores sobre sus incontables transas y desvíos de fondos. Yo no lo se, no me constaba nada de lo que decian; yo solo se que su casa estaba repleta de regalos; y que yo podía beber todo el whiskey que pudiera aguantar mi cuerpo de quince años, y ellos nunca notaban el faltante, o no parecía interesarles. Y digo que eran regalos, por que aún estaban envueltos y detentaban tarjetas de agradecimiento, de saludos, atenciones varías; casi siempre eran artesanías, estatuillas de bronce,y canastas con vinos,licores y productos en conserva, que atestaban buena parte de la sala principal, y de la estancia - . El refrigerador siempre repleto; por mas sandwiches que te hicieras, al otro día aparecía más jamón y quesos. Todo en la casa estaba inmaculado, las camas siempre tendidas y solitarias, enseres de cocina aún en sus cajas. La televisión era lo único de lo que emanaba una especie de vida, de ruido. Tanto orden, tanto vacío de gente, era algo perturbador. Pero era nuestro paraíso personal; el lugar donde cuando nos cansábamos de sexo, nos poníamos a jugar video-juegos -ella era muy buena en los games, por eso la amaba-; y cuando nos hartábamos de los video-juegos volvíamos al sexo.
Así las cosas, yo trataba de no darle mucha importancia al hecho de que saliera con otros tipos.
Cuando le pedí, ingenuamente, que fuera mi novia, ella sonrió con malicia y dijo:
-"¡Perfecto! Ahora tendré tres novios formales. Tres es un número de suerte para mi."
Cuando por fin un día nos despedimos, me dijo:
-"Oye,tu eres el novio formal con el que mas he durado; los otros dos que tenía cuando te me declaraste no duraron casi nada conmigo. ¡Te quiero mucho!- Y procedió a abrazarme fuertemente y con su entusiasmo característico para demostrarlo.
Chalecos!
Hace 12 años
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