sábado, 27 de septiembre de 2008

La luz -de un farol-.



Árboles -flacuchos y torcidos- esparcidos de tal forma que parecen estar acechando durante todo el camino,listos para tomarnos desprevenidos, como esos arboles "maloras" de la película el Mago de Oz.

Calles de piedra, todas iguales-todas nuevas para mi-, en una noche,precisamente, un poco mas fría que las demás.

Detras de algunos arboles, un parque, un farol, bancas, casas apelmazadas una al lado de la otra-signos de una civilización desgastada-, ¿un hogar?.

El no ver claramente lo que pisan tus pies es lo que te angustia, ¿por qué el suelo hace ese chasquido húmedo al ser tocado por mis sucios tenis?

-Podría estar encima los “chiclosos” tentáculos de un antiguo dios del Ctulu lovercraftiano que descansa por ahí.

-Podría ser solo lodo, pasto crecido, madera podrida y basura.

-Podría ser que con cada paso te vas alejando de lo que te hace un ser humano normal; que cada paso es dado como en un trance, obedeciendo una orden del subconsciente, y que esta marcha de la inconciencia te lleva con rumbo a la perdición.

-Entonces- La luz de un farol ilumina la calle. La baña de un color ámbar, un “barnizado” -un tono- que reconforta, por que siempre es familiar. Es lo que nos hace añorar esas inmundas calles -por donde pasamos-.

-Es la luz de un farol la que ilumina mi escenario.

-Es la luz de un farol la que me guía.

-Es la pálida luz de un farol la que me lleva a la calle de los recuerdos, a la esquina del pasado.

-Es esa marchita, ambarina, y absurda luz de un farol, la que me sostiene en este instante preciso, colgado apenas de un hilo energético en el universo; la que me muestra un camino paradójico y lleno de espinas; la que se duerme conmigo; la que comparte y danza con las largas noches silenciosas; la que siempre esta inundando esa misma calle solitaria y perdida en el abismo de una ciudad, noche tras noche –la eternidad-.

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